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Descubre nuestro enfoque para tratar el Trastorno de Personalidad en Murcia.
Los trastornos de la personalidad son un punto conflictivo de la psiquiatría, puesto que no son estrictamente enfermedades, como las psicosis, sino alteraciones de la forma de ser de los sujetos, que les provocan conflictos consigo mismos o con los demás. No es una enfermedad que sobreviene, causa malestar y desaparece, sino que es el propio sujeto, su identidad, lo que está perturbado. La personalidad de los individuos se inicia en la infancia y adolescencia con la interacción de factores genéticos, heredados, que confieren al sujeto su base constitucional-biológica, y factores psicosociales, anclados especialmente en el aprendizaje y en la influencia familiar y social. De la interrelación de estos vectores surge la personalidad que, por supuesto, es única para cada individuo, pero conformada por multitud de matices.
Sin embargo, por encima de la individualidad, que confiere un valor único a cada individuo, se ha intentado aislar dimensiones esenciales a través de las cuales pueda estudiarse científicamente la personalidad en relación con grandes grupos de sujetos. La dimensión neuroticismo es un claro ejemplo de ello. El neuroticismo se ha valorado con cuestionarios específicos, de forma que constituye una dimensión que se desplaza desde los sujetos con muy bajo nivel neurótico (no neuróticos) a otros con un elevado nivel (neuróticos). Lo mismo ocurre con otros parámetros, como el psicoticismo, la obsesividad, la paranoia, el narcisismo o la dependencia. Así pues, la personalidad está formada por diferentes rasgos que proceden de las diversas dimensiones posibles. De esta forma, en los trastornos de la personalidad nos encontramos frente a dimensiones que van de menos a más, pero donde es difícil precisar en qué punto un sujeto pasa de ser no neurótico, no psicópata, no obsesivo, no narcisista, etc., a cumplir criterios de neurótico, psicópata, obsesivo o narcisista. Está cuestión no se resuelve sólo con cuestionarios, ya que está sujeta a variaciones clínicas, en las que están claros, los casos extremos pero no los intermedios, que pueden fluctuar.
Una persona sin trastornos de la personalidad es la que tiene una combinación de rasgos armónica y equilibrada, lo cual le permite manejarse en el mundo de una forma ponderada y sin conflictos. Por el contrario, las personas con rasgos sobresalientes y conflictivos poseen personalidades que se ajustan a alguno de los tipos que describiremos a continuación.
Por otra parte, los trastornos de la personalidad son sistemas dinámicos, no entidades estáticas y permanentes. De esta forma, si bien se configuran definitivamente en la adolescencia, pueden variar de forma ligera a lo largo de la vida, en relación con las circunstancias familiares y sociales, y sufrir fluctuaciones leves y atenuarse en la edad media o la vejez. De cualquier forma, la personalidad y sus trastornos permanecen bastante estables a lo largo de la vida.
Las clasificaciones médicas (DSM-5) establecen una distinción entre los trastornos del Eje I (trastornos clínicos) y los del Eje II (trastornos de la personalidad), ya que estos últimos pueden estar o no presentes en cualquier cuadro clínico, pero no constituyen enfermedades auténticas.
Aunque la prevalencia de estos trastornos es difícil de precisar, se estima en el 10-13% de la población general, sin diferencias de sexo, si bien algunos trastornos predominan en varones (personalidad esquizoide y narcisista) y otros en mujeres (personalidad límite, dependiente e histriónica).
No siempre es fácil establecer dónde acaba la normalidad y dónde empieza el Trastorno de la Personalidad, puesto que los casos extremos se diagnostican con facilidad pero no así los casos intermedios.
Los dos grandes sistemas actuales de clasificación (CIE-10 y DSM-5) coinciden sensiblemente en los tipos de trastornos de la personalidad. En su día, el DSM-III (1980) describió tres grupos de trastornos:
1. El grupo A engloba a pacientes extraños o excéntricos, e incluye tres trastornos: paranoide, esquizoide y esquizotípico.
2. El grupo B integra a los pacientes teatrales, emotivos o volubles, e incluye cuatro trastornos: antisocial, límite o borderline, histriónico y narcisista.
3. El grupo C está formado por los pacientes ansiosos y temerosos, y engloba tres tipos de trastornos: por evitación, por dependencia y obsesivo-compulsivo.
Además de estos trastornos, se han descrito otros, aunque no en el DSM, también significativos, como la personalidad depresiva, la personalidad sádica y la personalidad pasivo-agresiva.
En términos generales, los resultados del tratamiento en los trastornos de la personalidad son bastantes sombríos, pues no existe ningún tratamiento específico que actúe sobre algo que no es estrictamente una enfermedad, sino una variante de la personalidad normal.
De forma concreta, los trastornos del grupo A (extraños, excéntricos), por su cercanía al círculo psicótico, son refractarios a los tratamientos psicoterapéuticos y ligeramente sensibles a los fármacos antipsicóticos atípicos en dosis moderadas, aunque el pronóstico en general es malo.
Los trastornos del grupo B (teatrales, emotivos, volubles) tampoco son especialmente buenos candidatos a la psicoterapia, por su elevado narcisismo y su escasa capacidad de aprendizaje, lo cual les incapacita para responder a abordajes que requieren capacidad de introspección y buena colaboración. Tan sólo la personalidad límite ha sido objeto en los últimos años de varias aproximaciones farmacológicas (litio, carbamazepina, antipsicóticos, antidepresivos) con resultados variables.
Finalmente, los trastornos del grupo C (ansiosos, temerosos) son mejores candidatos a la psicoterapia, si bien con reservas, ya que no es fácil modificar algo tan estructural como la personalidad. En este caso se recomiendan los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina asociados a psicoterapia.
De cualquier forma, en los últimos años se han hecho esfuerzos para encontrar vías de acceso terapéuticas a estos trastornos. La psicoterapia dinámica ha dado paso a otras más pragmáticas cognitivas, y se buscan vías para la psicofarmacología, aunque los resultados son, todavía, poco consistentes.
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Dr. Francisco Toledo Romero
Psiquiatra y Director de Psicoclínica Murcia
Num. col. 3004323
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